Suelo escribir


SUELO ESCRIBIR

Todos los sábados un rato antes de salir
me tomo el atrevimiento de palpar la nuez
de Adán de la inspiración para intentar escribir
ese soneto que le debo a cada exceso de pequeñez.

Los 29 de febrero de esos renombrados bisiestos
en la última mesa,la olvidada hasta por las cucarachas
del bar más oscuro,papel en mano practican incesto
las rimas baratas que el viento olvidó tras su marcha.

Cada Navidad a las 2 de la tarde me fabrico
un rato para reencontrarme comunicándome aquello
que se me ha olvidado contarme por ser muy chico
el año y por no llevarlo atado al cuello.

Suelo escribir para merendar en lo imposible
las ganas de estrechar la mano con la poesía
al menos una vez antes de morirme.
He enviado mails,cartas,amenazas;a quien dirigirme
más que a mí interior para escanear las experiencias mías
y contar lo que hay a la espera de esa línea plausible.

A veces en alguna tardecita de lluvia,instantes
antes a tomar la dosis de trementina de los informativos,
saco del ataud alguna historia más o menos gratificante,
realizo su autopsia y según el resultado la transcribo.

No he olvidado dedicar en la Pascua unos minutos
para acariciar los insultos del silencio y los recreos
que el aire se toma en mí nariz,para astuto
seguir su recorrida habiéndome doblado una hoja de lo que leo.

Y una vez cada centuria le escribo a ese cachetón
de la foto en una silla alta de madera,al de la Comunión,
al que un día se enteró que la vida era un patrón
de mal carácter,y que te tocaba por consignación.

Suelo escribir para ver sí un día aprende a hablar
mí perro,para maquillar ciertos nudos en la garganta
y para que cuando me muera alguien lo pueda leer,
no antes,sí yo le escribo a ese que para atrás no quiere ver
por miedo a enterarse que la infancia es abono en una planta
de oficina,que no la riega nadie porque no hay tiempo para parar.

Suelo escribir para distanciarme de éste siglo veintiuno,
donde a las sonrisas las envían contrareembolso sí tenés Mastercard,
donde el lunar de Enrique tapa a la filosofía de Unamuno,
donde los asistentes a disertaciones caben en un placard.

Y el día en que todo éste ruido deje mí mente helada,
me uniré a la mayoría y no escribiré nada,
y entonces éste tribunal de rigor y uniforme
al ver otro más quizá me reciba conforme.

Mariano

0 Amigos que han dejado su opinión::