Cuanto menos diferente


CUANTO MENOS DIFERENTE

Quizá confundió el décimo mes con el décimo round
y una discusión rutinaria con una derrota por puntos,
lo cierto es que mientras sonaba "Speed of sound"
en el mp3 ella y su rabia pusieron punto final al asunto...

El caso es que era un miércoles de ceniza en primavera,
y yo estrenando soltería no sabía a donde correr,
algo cansado y sin flores ni conejos en mi chistera,
aprendiendo que con cartas marcadas también se puede perder.

La quería, saben Dios y la sombra de mis sueños del cariño
que, incluso torpe, algunas veces con propinas le ofrecí,
¿Qué hace un soldado post batalla miedoso como un niño,
rendido ante la indiferencia de un futuro sin pedigrí?

Mis ganas de cenar contrastaban con la heladera vacía;
la soledad era un desfile poblado de silencios,
temblaba en mi garganta el silbido de la noche que nacía,
juez, parte y testigo de mis errores, al fracaso me sentencio.

Nada para hacer, el mundo es una habitación...Sin gente...
Excepto yo, si cuento entre los humanos hoy que el péndulo
de los afectos que anteayer acariciaba me abofetea rencoroso.
Los cantos de sirena me saben a melopea desafinada e indiferente,
ya no porto orgullo con chaleco antibalas, ya no beso
en seis idiomas, soy solo huesos de un después muy lastimoso.

Antes de que la madrugada se vuelva más sarcástica todavía,
comienzo a pensar en donde puedo naufragar a estas horas,
en el cuarto oscuro de la libertad no voy a votar a la melancolía,
si la ruina me quiere tendrá que esperar que tenga los sueños en mora.

Ahora solo resta conseguir amigos con el mismo estado civil,
para derribar juntos por las calles los muros del mañana,
y vender la piel antes que el sol golpee como un misil,
y no regresar a casa hasta que las copas peinen canas.

Al tercer sms negativo empiezo a dudar de mi plan original,
¿Qué acaso la gente teme resfriarse si sale entre semana?.
Me salpica la risa de la monotonía en forma de mensaje subliminal,
mi mente reza por nocturnidad pero mi voluntad es algo pagana.

Al fin de cuentas me digo, esta muerte entre comillas
que es el divorcio no nos visita por suerte todos los días,
ir a algún bar es siempre mejor que ponerse de rodillas
ante la falta de adrenalina y la superproducción de letanías.

Al fin salgo, sintiéndome como una torre de ajedrez
que se cree alfil, como la sangre de un suicida
tras cortarse las venas, como un vampiro con la estaca
en el corazón, como la jubilación preanunciando la vejez,
a buscar un antro que coleccione callejones sin salida,
al menos por unas horas si es que las pesadillas no atacan.

Poca gente en la plaza, a lo lejos un relámpago disimula
como puede su repentina aparición, y más acá, muy dentro mío,
se desarrolla una tormenta muy feroz que hace estragos cuando circula
por cada esquina de este cuerpo ahora de nadie excepto del frío.

Continúo rumbo a la nada, en ésta noche en la que me conformaría
con cruzarme con el alma en pena de Cenicienta caminando en pantuflas,
aunque solo veo al lobo feroz portando un rosario de utopías;
a quien quiero engañar, un trago o un millón al dolor jamás camuflan.

Me paro delante de la puerta del bar más olvidable de la zona,
aquí han ahogado sus penas (o han creído hacerlo algunas veces)
desde el político derrotado hasta borrachos con discursos de Mahoma,
que al día después solo fueron resaca y deseos de no haber dicho estupideces.

Medito unos segundos solo para marcharme por donde vine,
el tiempo aconseja como amigo y el alcohol como pariente,
regreso a casa, con una lágrima clandestina que no define
si brotar o no como punto final de un relato cuanto menos diferente.

Mariano

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