Hay de todo


HAY DE TODO

Tenemos arroz vencido, un temporal en la palma de la mano,
un Dios personalizado, con vincha celeste y blanca,
asteroides de cartón, impunidad en cuotas, relojes a contramano,
un sueño congelado, una risa, un orgasmo, un fernet branca.

Astrónomos tergiversados, mejillas de repuesto, campeonatos morales,
rodillas en tierra, barro, ironía, terremotos bajo la alfombra,
milagros mediáticos, conejillos de india, planes antisociales,
desorganización, sobreactuación, y un futuro que no nos nombra.

Alcahuetes para regalar, fútbol, pescado, automovilismo, Moreno,
Moyano, Aníbal, botox, en fin... Mierda oficialista para todos...
Excepto para aquellos que no cantan la marcha; y asistimos al estreno
de la nueva estafa nacional y popular, sale el 678 en la timba del acomodo...

En la Argentina hay de todo, y a la vez, nos falta tanto,
para ser un país de cara al sol y no en perpetua medianoche;
habrase visto la sutil ironía de robarle velas a los santos;
y con lo que gana un jubilado, el presupuesto de Cris suena a derroche...

Tenemos barrios privados de lo más necesario, barbarie sin civilización,
mi yo en contra de los otros sin llegar a ser nosotros, pordioseros de etiqueta,
el juicio final online, y un mismo lodo para distinta degeneración,
una patria a nuestra imagen y semejanza; acá opinamos todos a falta de profetas.

Pseudo pornografía en cualquier canal de aire en horario de desprotección al menor,
prestigio perdido, el dedo en la llaga por no lastimar, vicarios del espanto,
mercenarios, odaliscas, casinos, establos, feriado largo al por mayor,
fama efímera, obsecuencia con postgrado, dolor multiplicando el llanto.

Aumentos de precios, recibos, concilios, tráfico rentable de remordimiento,
un teatro llamado Congreso, con gente aprobando leyes para retroceder,
cargos políticos a cambio del alma, y la calma absoluta de pelear contra el viento
de los mismos de siempre, de los que llevan dos centurias impidiéndonos ser.

En la Argentina se consigue sin mucho esfuerzo lo que se desee
de manera ilegal, para el arte del engaño abunda la experiencia,
pero alguna vez despuntará el milagro de no caer más en las mismas redes,
cuando se armen de valor los miedos que nos apedrean la conciencia.

Y ahí sí, habrá un país, dulce, feliz, de gente honesta,
y no éste campo minado en un día de niebla; sin corrupción,
y la esperanza de vencer será por fin argentinamente nuestra;
aunque no se si llegue a ver el siglo en que éste suelo sea una nación.

Mariano

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