LOS BENEFICIOS DEL PRIVILEGIO DE LA ESCLAVITUD
Viaja la victimización a lomos de la desidia; "los viejos
están viviendo demasiado", declara sin tapujos un ministro japonés.
Quien no produce no existe, ya puede dejarse de estorbar.
Nadie inició el incendio... Y sin embargo se propaga...
Tiempo de hipnosis, del vale todo según el precio, elevamos
costosas plegarias a la cada vez más exigente religión del consumismo.
Hace tiempo no florecen risas espontáneas, ni se cuestiona
la domesticación vigente... A lo mejor por falta de tiempo...
Se construyen carreteras, rutas, autovías, y seguimos sin saber a donde ir.
Otros son los que deciden el cómo, el por qué y el cuándo de nuestros pasos.
Los mismos que no explican los beneficios del privilegio de la esclavitud.
¿Alguien recuerda el camino de vuelta al paraíso que supimos destruir?
La acción humana, falible y sujeta a intereses corona la ideología de la
imprevisibilidad; una masa confundida y precaria apenas si puede contener
la hemorragia de este Babel de injusticia que gira alrededor del sol.
Se agolpan las cifras donde antes había personas, al tiempo que otra
víctima yace tendida en el asfalto, espejo de lo que preferimos no mirar,
embelesados por la oratoria de los lobos que pastorean los rebaños.
Dentro de los residuos de los días que transcurren se trabaja para
cumplir los deseos de los demás en desmedro de los nuestros, y se confunde
libertad con permiso para circular por las calles con la frente marchita.
Arriesgarse a fomentar lo que es digno no es lo mismo que hacer
lo estrictamente necesario para continuar sobreviviendo un día más.
Aquel que se cree ajeno o inmune solo ignora la bofetada por venir.
Cada vez somos más ciencia ficción y derroteros sin sentido,
pero que nadie crea que es fácil ser conscientes de estar
contemplando tremendo desastre. Nos han extirpado
hasta las uñas con las que nos aferrábamos al desierto,
pero llegará el momento de reclamar como nuestro el
día de mañana (asumido que el hoy ya no nos pertenece).
Economistas de garaje profetizan con el diario de
anteayer que el ultraje de este tiempo nos está robando
hasta los pájaros que hacían menos triste el cielo.
Y al tiempo en que el odio continúa destrozando las voces
que se alzan en pos del sentido común, propongo
huir de todo aquello que tenga un valor económico.
La lógica aplastante de los hechos parece no escuchar a los
expertos que dicen "todo va bien". Si usted ha nacido en la
indigencia, tiene derecho a permanecer en silencio, y
sonreír mientras lo pisan. Quizá cambie la raza del perro del
cazador, pero la presa siempre es la misma. La guerra
actual tiene como campo de batalla el corazón humano.
Malos tiempos para considerarse persona desde
que se mira más el bolsillo que a las estrellas.
Mariano
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