
TENEMOS DERECHOS TODAVÍA
Tenemos derecho a permanecer en silencio,
a que nos vendan medicamentos vencidos,
a que cada palabra se use en nuestra contra,
a que nos sorteen como partes de un tercio,
a que hablen de moral los pervertidos,
a que los valores sean de poca monta.
A elegir el tipo de miedo predilecto,
a vivir entre golosos y hambrunas,
a pisar vidrios con los pies descalzos,
a colaborar todos para el monumento
al que nos afana desde que estamos en la cuna,
a estrechar las manos de los más falsos.
Tenemos derecho a sacar boleto y vestirnos
de gala para ser la siguiente presa,
a que nos cobren para entrar en nuestra
propia casa y nos revisen si queremos irnos,
a que nos tenga compasión la tristeza,
a que la naftalina sea la mejor maestra.
Tenemos derechos todavía,
aunque de seguro no son
los que ninguno elegiría
si tuviéramos el derecho
de tomar decisiones.
Y éste taller de desilusiones,
galpón maltrecho
de viejas alegrías
nos nubla la visión
del derecho maldito a tanta agonía.
Tenemos derecho a no ser de izquierda,
a cerrar los ojos cuando nos fusilan,
a oír los pasos de nuestro calvario,
a que tapen la flor con un kg. de mierda,
a ser el zombie mayor en la fila,
solo letras sueltas del abecedario.
A ser el fruto prohibido del paraíso,
a que las cigüeñas tengan un mapa erróneo,
a que el dolor supere a la anestecia,
a que para respirar debamos pedir permiso,
a vivir dormidos pese a tener insomnio,
a que las banderas vivan en competencia.
A que la droga valga dos mangos
y un libro seguro más de cincuenta,
a escondernos debajo de la cama,
a que un cerebro nulo tenga el más alto rango,
a que la inteligencia esté a la venta
porque estorba mucho para llegar a la fama.
Tenemos derechos todavía,
aunque de seguro no son
los que ninguno elegiría
si tuviéramos el derecho
de tomar decisiones.
Y éste taller de desilusiones,
galpón maltrecho
de viejas alegrías
nos nubla la visión
del derecho maldito a tanta agonía.
Tenemos derecho todavía
a que nos pise un tranvía,
a que se rían de los mandamientos,
a que nos ametrallen a impuestos,
a ser orgullosos contemporáneos
de políticos que solo hacen daño.
Tenemos el derecho de vivir torcidos,
de que cada reclamo muera en el olvido.
A que nos espíe la C.I.A.,
a moverle la cola a la hipocresía.
Tenemos el derecho de vivir jodidos,
y lo triste del caso es que ya está asumido.
Mariano
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