Me he sentado a capturar instantes


ME HE SENTADO A CAPTURAR INSTANTES

Me he sentado a capturar instantes...

Y de pronto un viento que trae el aroma 
de un helado de frutilla abofetea 
altanero mi hombro derecho.
Ironiza mi presente, trayendo 
recuerdos equivocados que encontró 
en las axilas de otro individuo.

Me deleito en el desorden de una
peregrinación de hormigas, para
tratar de no escuchar los consejos 
que gorgotea la egolatría.
No me había percatado que las horas 
venían con ampollas en los minutos.

Tengo una tristeza húmeda y poco solemne
en el estómago, y una tirria añeja 
cubierta por una servilleta a cuadros.
Bebo palabras ajenas que no siempre me
representan. No quiero encontrarme afuera,
o sea, indagando dentro de mí mismo.

La reliquia de ir moldeando la memoria
con los momentos que se dejan recordar,
es una fatua y silenciosa revancha 
por sabernos víctimas de la intrascendencia.
Somos corazones desesperados que 
ostentan un par de pupilas melancólicas.

Hoy no quiero pensar en el destino, en 
lo eterno, en lo impasible, en lo absurdo.
Hoy no quiero pensar en lo inmanente, en 
las sobras, en la niebla, en mis fatigas.

La vida intenta ser, cuando la dejan, 
una de esas películas en blanco y negro 
recitando obscenas moralejas.
Cualquiera diría que el mundo se
trata de un hospital a gran escala,
bostezo de un siglo de borrosa piedad.

Pasa el viento, queda el hombre (y viceversa),
y tardíamente nos disponemos a 
redactar una autobiografía que 
jamás protagonizamos. Finalmente
nos contentamos con que el alma escriba un
testamento omitiendo ciertos detalles.

Se oye a lo lejos la emisión clandestina 
de una radio de frecuencia modulada.
Intuyo que llegará esa tarde en que nuestra
piel se olvide de sentir las cosquillas,
que el mínimo roce sea solo el 
pinchazo de una aguja para un maniquí.

En una misma vereda caminan 
juntos, sin levantar la cabeza los 
dichosos y los tristes; dualidades de 
la muerte (léase vida) moderna.
Juraría que somos nosotros los 
que legamos la crueldad al olvido.

Hoy no quiero pensar en la Parusía, 
zapatos nuevos, analepsis, caligramas.
Hoy no quiero pensar en cosmogonías, 
códigos cifrados, cíclopes, calamidades.

Me he sentado a capturar instantes...
Y uno de ellos me enseñó que las huellas del
destino se dejan con cordones desatados...

Mariano

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